Los cisnes salvajes




Cody's Cuentos show

Summary: The Wild Swans by Hans Christian Andersen Read by Maclovia, a Cody's Cuentos fan from Mexico. Gracias, Maclovia! Hace muchísimos años vivía un rey que tenía once hijos y una hija llamada Elisa. Los hermanos se querían mucho y eran muy unidos. Aunque vivían en un hermoso castillo, jugaban y estudiaban como cualquier familia grande y feliz. Por desgracia, su madre había muerto poco después del nacimiento del último príncipe. Con el pasar del tiempo, el rey se repuso de la muerte de su amada esposa. Un día, conoció a una mujer muy atractiva de quien se enamoró. Sin sospechar que en realidad se trataba de una bruja, le propuso matrimonio. "Ella me hará compañía y mis hijos tendrán de nuevo una madre", pensó el rey. Sin embargo, el mismo día en que llegó al castillo, la nueva reina resolvió deshacerse de los jóvenes príncipes. La reina empezó a mentirle al rey para indisponerlo con sus hijos. Luego, un buen día, reunió a los príncipes a la entrada del castillo. -¡Fuera de aquí! -gritó-. No los quiero volver a ver nunca más. Diciendo esto, levantó su capa hacia el cielo y los convirtió a todos en cisnes salvajes. Pero, como eran príncipes, cada uno llevaba una corona de oro en la cabeza. La malvada reina le dijo al monarca que los príncipes habían huido del castillo. -Olvídate de esos ingratos -dijo. Luego, lo convenció de que Elisa necesitaba estar rodeada de otros chicos y mandó a la niña a vivir con una familia de campesinos. Cuando Elisa cumplió quince años, el rey la mandó traer y la reina la recibió con una amabilidad fingida. -Ven, preciosa -le dijo-. Debes prepararte para saludar a tu padre. Mientras Elisa se preparaba para tomar el baño, la reina consiguió tres sapos, los besó y luego les ordenó: -Tú te sentarás en la cabeza de Elisa y la volverás estúpida. Tú te pondrás cerca de su corazón y se lo endurecerás. Tú le saltarás a la cara y la volverás fea. Luego puso los sapos en el agua, que tomó un color repugnante. Sin embargo, la dulzura y la inocencia de Elisa rompieron el hechizo. Los sapos se convirtieron en amapolas y el agua se volvió cristalina. Al ver esto, la reina se llenó de ira. Le estregó barro en la cara a la muchacha y le enmarañó el cabello. Cuando Elisa se presentó ante el rey, la indignación de éste fue enorme. -¡Esta no es mi hija! -exclamó el rey. -¡Padre, soy yo, Elisa! -replicó la muchacha. -Es una pordiosera [una persona que pide limosna] que sólo quiere tu dinero -dijo la bruja. -¡Llévensela! -ordenó el rey. Con el corazón destrozado, Elisa se fue al bosque. Extrañaba a sus hermanos más que nunca y deseaba con toda su alma volver a verlos. Se sentó junto a un arroyo a lavarse la cara y a desenredarse el cabello. En ese momento, una vieja mujer se le acercó. -¿Ha visto a once príncipes vagando por el mundo? -preguntó Elisa, esperanzada. -No, mi querida niña, pero he visto once cisnes con coronas de oro en la cabeza -respondió la anciana-. Vienen a la orilla de aquel lago a la hora del crepúsculo. Elisa se fue a la orilla del lago a esperar. Cuando el sol se ocultó, escuchó un batir de alas. En efecto, eran los once cisnes salvajes con sus once coronas de oro en la cabeza. Al principio, Elisa se asustó y se escondió detrás de una roca. Uno a uno, los cisnes se fueron posando en la orilla. Al tocar el suelo, recobraban su aspecto humano. Encantada, Elisa vio desde su escondite que eran sus hermanos. -¡Antonio, Sebastián! ¡Soy yo, Elisa! -gritó, mientras corría a abrazarlos. Todos se reunieron en torno a ella, felices de estar de nuevo juntos, después de tanto tiempo. ¡Fue un instante glorioso! Los once príncipes le narraron a su hermana de qué manera la bruja perversa los había convertido en cisnes y Elisa, a su vez, les contó que a ella la había echado del castillo. -De día somos cisnes y al atardecer volvemos a ser humanos -explicó Antonio, el mayor de los hermanos.